Discurso de Baden-Powell en Chile

El 26 de marzo de 1909, Robert Baden-Powell, militar y fundador del Movimiento Scout, dio una conferencia en el salón de Honor de la Universidad de Chile ante una gran concurrencia de estudiantes, profesores, miembros de sociedades deportivas y de la colonia inglesa. En ella expuso las bases y principios del escultismo.

A continuación, el texto completo de su discurso.

«Señoras y señores, debo comenzar por presentar a ustedes mis disculpas por tener que hablar en mi propio idioma y no en el del país. En realidad, hablaré a los que entienden inglés y después los demás oirán la traducción que se hará de mis palabras.

Agradezco profundamente a las personas que han acudido a esta reunión que, por su número y su calidad, es para mí totalmente inesperada. No creía encontrar en este lejano rincón del mundo un interés tan vivo por mis boyscouts y considero un gran honor el que se me ha hecho al llamarme para explicar el significado de esta institución que tanto amo.

Seré tan breve y preciso como me sea posible.

Chile y la Gran Bretaña son países que tienen muchos puntos de semejanza, que han tenido gloriosos vínculos en el pasado y que, yo espero, habrán de tener estrechas relaciones en el futuro. Pero hay un vínculo entre estos dos países que yo no conocía, y es el espíritu deportivo que encuentro aquí vivamente desarrollado. Me he sentido feliz al ver que muchos de los deportes británicos como el fútbol y otros juegos que a largo tiempo nacieron y se propagaron en mi Patria, son practicados con entusiasmado ardor en Chile. Estos juegos desarrollan la virilidad, crean en la juventud un espíritu generoso y le dan la idea y la práctica de la disciplina.

Entre los puntos de contacto que noto entre estas dos naciones, debo señalar también el hecho de que ambas se ganaron su independencia y la posición que ocupan en el mundo, por el esfuerzo de sus propios brazos, por el sacrificio abnegado de sus padres y fundadores. Y si ambos pueblos, el británico y el chileno, deseamos mantener esa posición para nuestros países respectivos, es preciso que procuremos también ser dignos de ella.

Para que un país sea digno de ocupar una elevada posición entre las naciones, tiene que preocuparse de formar buenos hombres y buenos ciudadanos. Hay que educar a la generación que se levanta. La escuela realiza en parte esa obra, pero sólo hasta cierto punto. La escuela enseña a leer y a escribir y acaso la aritmética y algún otro ramo, pero la escuela no enseña a ser hombre, no forma hombres en el amplio y elevado sentido de la palabra.

He oído en este país una frase característica: «es preciso que el hombre sea hombre… hay que ser hombre». Estas palabras encierran una noble aspiración, que es algo más que lo que enseña la escuela, que es la formación del carácter, el desarrollo de un espíritu viril, fuerte y sano en todos los sentidos.

Muchas instituciones se han propuesto este fin de formar hombres, pero muchas también han tomado un mal camino y han fracasado. Ellas decían a los muchachos: «vengan y sean buenos». Yo confieso que, si a mí se me hubiera dicho eso, habría sentido un impulso irresistible de ser malo. Entendamos la cuestión de otra manera y procedamos como el pescador que para coger los peces les ofrece lo que a los peces les agrada. No pone el pescador en su anzuelo un pedazo de asado o una naranja, sino una mosca o un gusano, porque esto es lo que a los peces les agrada.

Así nosotros les decimos a los muchachos: vengan y sean scouts.

¿Qué es el scout? En la guerra, es el soldado que va adelante del ejército, expuesto a gravísimos y continuos peligros para descubrir al enemigo. En la paz, los scouts, son los que hacen exploraciones en partes no civilizadas del globo, los que abren nuevos horizontes a la actividad de su raza y de su Patria, los que recorren los rincones remotos del mundo, sacrificando su reposo y hasta su vida por la gloria y la grandeza de su país, para ensanchar sus dominios. Estos exploradores y avanzada de los días de paz tienen que ser hombres escogidos, que saben cuidarse por sí mismos, que sólo en sus propias energías e iniciativas descansan para procurarse el alimento, la ropa, cuanto han menester para sustentarse y defenderse de los peligros.

Cuando un niño lee u oye referir la vida de uno de estos exploradores, la novela de estas existencias llenas de intereses, inmediatamente tiene el impulso de imitarla.

He aquí el cebo que hemos puesto para traer a los niños y hacer de ellos verdaderos hombres: los invitamos a ser scouts, exploradores como esos héroes de romances reales, y los sometemos a prácticas y ejercicios que desarrollan en ellos la confianza en sí mismos y el espíritu de sacrificio.

Pescando así con este gusano, los niños acuden a millares y sin darse cuenta de ello, alegremente como jugando, aprenden a ser hombres. En diez meses de vida, nuestra institución, en Inglaterra, cuenta ya con 50.000 niños.

En Alemania, en Dinamarca y Rusia, se organizan grupos importantes. Estoy seguro que la idea hallará adeptos en Chile y que muy pronto estará la institución produciendo entre ustedes sus frutos.

Quiero decir en muy pocas palabras algo de los que tratamos de enseñar a los muchachos y cómo procedemos.

Ante todo, es preciso, tener muy presente que todo lo enseñamos por medio de juegos y ejercicios, y nada absolutamente por medio de lecciones propiamente tales. La institución puede desarrollarse lo mismo en las ciudades que en el campo, pero, por supuesto, el campo es el verdadero terreno para aplicarla con todo su vigor.

Este país, con sus admirables y majestuosas montañas, sus bosques y praderas, el mar que baña sus costas, presenta un terreno sumamente adecuado.

Enseñamos a los niños a desarrollar sus facultades de observación, tomando nota de todo lo que ven y tratando de darse cuenta de todo, estudiando y aprendiendo a conocer las huellas en un camino, el vuelo de los pájaros, los diversos ruidos a la distancia, el carácter y condiciones de los que transitan por un campo, y, en suma, todo lo que está a su alcance, de suerte que nada escape a su observación. Y estamos ciertos de que esto les será sumamente útil en cualquier función que sean llamados a desempeñar más tarde en la vida.

Les enseñamos a buscar por sí mismos los elementos para su alimentación, a matar los animales que deben comer, a distinguir las plantas, a cocinar, a arreglar sus ropas, a bastarse a sí mismos en cuanto es más indispensable.

Les enseñamos a componer y abrir un camino, a hacer un puente provisorio, a construir cercado, a trabajar en los rudimentos de la carpintería aplicadas a las necesidades más generales, a ser, en suma, hombres útiles en todo momento y en cualquier emergencia.

Procuramos también desarrollar en ellos el sentimiento caballeresco, que fue como una religión para nuestros antepasados, inculcándoles ese código de honor que todo hombre necesita. Para ello lo habituamos a ser respetuosos y a saber amparar a las mujeres y a los niños, a ayudar a su prójimo, aún a los animales que sufren, a no pasar nunca un día de su vida sin haber ayudado a alguien, aún hombre o una bestia.

Queremos también enseñar a los niños a sacrificarse para salvar la vida a un semejante de suerte que el boyscout se crea, siempre que llegue la oportunidad, «el hombre» llamado a sacrificarse para salvar una existencia en peligro.

Para ello les enseñamos los primeros cuidados que deben prodigarse a un herido, las atenciones elementales para caso de accidentes y, sobre todo, el cuidado de su propia salud.

La historia patria y el desarrollo de los sentimientos patrióticos, forman parte de esta enseñanza, y muy principal.

El boyscout debe estar convencido de que debe a la patria el sacrificio de su vida, si es necesario…Todo esto, lo repito, se hace en forma de juegos y ejercicios prácticos, nunca en forma pedagógica. Empleamos con éxito el sistema de los distintivos como recompensas por cada progreso que hace el niño, por cada nueva cosa que aprende. El hombre es vano por naturaleza y ama los distintivos. Una cinta en el brazo, una medalla al pecho, le agradan a cualquiera. Es fácil comprarse a un hombre con un distintivo.

Pero es menester que el niño halle siempre que todavía queda algún distintivo que alcanzar, de suerte que, cuando ya se creía un boyscout, descubra que todavía queda otra cosa que aprender, que todavía tiene, por ejemplo, que alcanzar el distintivo de los que saben cortar un árbol y convertirlo en madera.

Todas estas son sólo indicaciones hechas al pasar. Hay muchas más que podrían hacer y otras muchas que ustedes mismos pueden descubrir dentro del espíritu general de la institución, estudiando el carácter de los niños, las costumbres del país, los gustos y aficiones peculiares.

Para reclutar nuestros niños, comenzamos por nombrar algunos jóvenes de un poco más edad, en carácter de oficiales; cada uno de ellos busca una docena de niños, a quienes procura formar para que, a su vez, sean oficiales y busquen a otros. Así la institución aumenta rápidamente y al mismo tiempo se desarrolla el sentimiento de la responsabilidad en cada uno de los muchachos.

En cada ciudad se organiza un comité de caballeros que toman intereses en estas cosas y trabajan con entusiasmo por la obra. Ellos designan a los oficiales, nombrando uno para cada barrio o zona donde deseen implantar la institución.

De esta suerte, la obra beneficia no sólo a los niños, sino también a los jóvenes de más edad nombrados oficiales, pues enseñan a unos y otros a obedecer y a mandar, a sacrificarse, a soportar fatigas y, sobre todo, a hacer el bien, enseñando a otros y ayudándolos a ser hombres.

Me doy cuenta que he hablado muy largo, pero cuando me pongo a hablar de este asunto, que para mí es casi una manía, nadie puede detenerme, tengo que detenerme solo.

Les pido que, si tienen alguna duda, o desean mayores datos, los manifiesten después de la traducción que se hará. Quiero que todos comprendan bien la idea fundamental y con ella quede en manos entusiastas para que sea coronado con el éxito este feliz comienzo, que me ha proporcionado un placer y un honor, para mí completamente inesperado».

Fuente
Reseña Histórica de la Asociación de Boy-Scouts de Chile (1909-1945), Erasmo Vergara.

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